“Y la culpa no era mía, ni dónde estaba ni como vestía… el violador eres tú”, el ponente mensaje de las feministas chilenas que se expandió por el mundo.
Santiago de Chile. Lunes 25 de noviembre del 2019. En medio de una ciudad en ebullición, por las constantes manifestaciones sociales, una multitud de mujeres, con los ojos cubiertos con vendas de color negro, llegan a los exteriores del Palacio de La Moneda. Arman filas y cuando suena una música de fondo comienzan a levantar su voz y a mover sus cuerpos de forma acompasada. Lo que se ve y se oye durante los siguientes cuatro minutos afuera del Palacio de La Moneda es ‘Un violador en tu camino’, el performance creado por el colectivo Las Tesis integrado por Dafne Valdés, Sibila Sotomayor, Paula Cometa y Lea Cáceres, todas de Valparaíso.
Ese día es la primera vez que se escucha fuera de Chile una de las frases -en ese momento ellas todavía no sabían el impacto global que tendría lo que estaban haciendo con sus cuerpos y sus voces-más repetidas de las últimas dos semanas: “Y la culpa no era mía, ni dónde estaba, ni cómo vestía”. Usar sus cuerpos para reclamar respeto por ellos, por la libertad de llevarlos donde quiera y de la manera que les parezca, sin que por eso sean violentados, es quizás una de las claves del alcance global de este performance, que a la fecha se ha replicado en las calles de ciudades como París, Estambul, Guayaquil, Ciudad de México o Berlín. Como la filósofa estadounidense Judith Butler señala en ‘Cuerpos aliados y lucha política’ se podría pensar que este tipo de manifestaciones multitudinarias -hace pocos días 3 000 mujeres se reunieron afuera de un estadio de fútbol cerca de una comunidad de Santiago- son otra forma más de expresar el rechazo colectivo a la precariedad, en este caso, de la vida de las mujeres impuesta por la sociedad, cuando su impacto global muestra que es mucho más que eso. “Lo que vemos cuando los cuerpos se reúnen en la calle, en la plaza o en otros espacios públicos es lo que se podría llamar el ejercicio performativo de su derecho a la aparición, es decir, una reivindicación corporeizada de una vida más vivible. Porque, cuando los cuerpos se reúnen con el fin de expresar su indignación y representar su existencia plural en el espacio público están planteando a la vez demandas más amplias: estos cuerpos solicitan que se los reconozca, que se los valore, al tiempo que ejercen su derecho a la aparición, su libertad”. En el caso de ‘Un violador en tu camino’ las demandas de respeto, reconocimiento y libertad de las que habla Butler están vinculadas a las denuncias de violaciones, abuso y acoso por parte de las fuerzas de seguridad chilena que aparecieron desde que se iniciaran las manifestaciones.
Una de las últimas estrofas del performance es una parodia al himno de los Carabineros de Chile. “Duerme tranquila, niña inocente, sin preocuparte del bandolero, que por tus sueños, dulce y sonriente vela tu amante carabinero”. En otros países, este performance no solo ha generado la apropiación de los espacios públicos por parte de las mujeres sino una suerte de catarsis colectiva, que ha permitido que muchas de ellas cuenten sus historias de abusos y violencia en redes sociales, como sucedió hace unos años con el movimiento Me Too. A criterio de María Amelia Viteri, antropóloga e investigadora de la Universidad San Francisco de Quito, la multiplicación de las denuncias por redes sociales que ha generado ‘Un violador en tu camino’ da cuenta de las falencias del sistema de justicia a escala global. “Estamos hablando de impunidad ante femicidios y de que en los casos de violación y acoso sexual el estigma y la condena siguen estando en la víctima. Tenemos leyes, protocolos de atención, estudios y datos y sigue habiendo impunidad”. Esta especialista en temas de violencia social también cree que estas denuncias evidencian que en las familias se ha olvidado educar a los hombres para que dejen de usar la violencia como una forma de comunicación. ‘Un violador en tu camino’ también resuena tanto porque las mujeres tienen muy pocos espacios donde ser escuchadas. “Poder hablar de algo que te pasó y que tengas el reconocimiento de alguien es un acto terapéutico. Frente a la ausencia de una comunidad de apoyo: familia, amigos, o escuela, donde las mujeres deberían poder descansar su dolor, aparecen las redes sociales”. Por otra parte, estos cuerpos de mujeres con los ojos vendados, que al parecer no se dejarán de multiplicar en las plazas de todo el mundo, demuestran, como lo señala el filósofo francés Jean-Luc Nancy en ‘58 indicios sobre el cuerpo’, esa necesidad que tienen todos los cuerpos, incluso los autoexplotados de la sociedad contemporánea, de volverse hablantes, pensantes, soñantes e imaginantes. “El cuerpo todo el tiempo siente algo. Siente todo lo que es corporal. Siente las pieles y las piedras, los metales, las hierbas, las aguas y las llamas. No para de sentir”. Lo que también sienten los cuerpos es la violencia a la que pueden ser sometidos. Una violencia que, según los datos de la Alianza para el Monitoreo y Mapeo de los Femicidios en Ecuador, entre enero y noviembre de este año ha cobrado la vida de 95 mujeres por el hecho de ser mujeres y que desde el 2014 les ha costado la existencia a 720 mujeres, la mayoría a manos de su pareja.
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